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El senderismo en invierno: una jornada inesperada en el Montseny | Beback

Persona caminando junto a su perro por terreno montañoso y levemente nevado.

Hola, soy Enric Carrasco, y hoy quiero compartir una experiencia de senderismo que viví mientras hacía senderismo en el Montseny. A diferencia de otras salidas como la anterior en los Pirineos, esta vez no me enfrentaba a la nieve o el frío extremo, sino a un clima más templado de montaña. Sin embargo, como aprendería ese día, el invierno tiene formas sutiles de recordarte que siempre hay que estar alerta.

El senderismo y sus sorpresas

Este post será el segundo de cuatro historias que narrarán experiencias personales que me han dejado importantes enseñanzas, las cuales han mejorado mi habilidad para moverme con más confianza y seguridad en la naturaleza. Te dejamos aquí el link a la primera historia que añadira contexto y consejos a la anecdota. Practicar deportes al aire libre es una actividad apasionante, pero también conlleva riesgos. Por eso, mantente al tanto de Beback y no te pierdas los próximos posts para seguir estas cuatro anécdotas y aprender de ellas.

Una jornada inesperada en el Montseny

Después de mi experiencia con las raquetas de nieve en los Pirineos, pensé que ya tenía dominado lo básico para moverme en terrenos nevados. Así que, unas semanas más tarde, habíamos planeado una ruta sencilla, de esas que parecen perfectas para relajarse. Era un día de enero, pero el sol brillaba con fuerza, y el aire era fresco, aunque no frío. Parecía la oportunidad ideal para desconectar y disfrutar de la naturaleza sin demasiadas complicaciones. Llevaba conmigo lo básico: una mochila ligera, algo de comida, agua y una chaqueta cortavientos por si refrescaba.

El primer tramo de la caminata fue espectacular. Los árboles del Montseny en invierno tienen algo especial: las hojas caídas forman una alfombra dorada que cruje bajo tus pies, y el bosque parece más abierto, permitiéndote ver paisajes que en otras estaciones quedan ocultos. Avanzábamos a buen ritmo, charlando y disfrutando del entorno. El sendero, aunque algo empinado en ciertos tramos, no presentaba ninguna dificultad notable.

A medida que subíamos, el clima empezó a cambiar. Las nubes, que al principio parecían inofensivas, empezaron a acumularse lentamente sobre nuestras cabezas. En cuestión de minutos, el cielo se cubrió por completo y la temperatura comenzó a descender. No era algo alarmante, pero lo suficiente para que decidiera detenerme y ponerme la chaqueta. Seguimos caminando, aunque notamos que el ambiente se hacía cada vez más húmedo.

Entonces, como si hubiera salido de la nada, comenzó a caer una ligera llovizna. Al principio, no le dimos mucha importancia. Seguimos avanzando, confiados en que no sería más que una breve lluvia de montaña. Pero pronto, la llovizna se convirtió en una lluvia más constante, y el terreno comenzó a transformarse. Lo que antes era un camino firme y cubierto de hojas secas, se convirtió en un sendero resbaladizo y embarrado.

Mis botas, aunque adecuadas para caminar, no tenían el mejor agarre para estas condiciones. Cada paso requería más cuidado, y un pequeño resbalón me recordó que la montaña en invierno puede ser engañosa. No era una tormenta ni una situación peligrosa, pero el suelo mojado y las piedras sueltas hicieron que el sendero se volviera mucho más técnico de lo que había anticipado.

La lluvia no paraba y decidimos que lo mejor sería dar la vuelta. Afortunadamente, conocíamos bien el terreno, pero esa caminata de regreso fue una de las más lentas que he hecho. No solo por el barro, sino porque cada paso debía ser medido para evitar una caída. Al llegar al punto de partida, estábamos empapados, aunque afortunadamente sin ningún incidente grave.

Lo que parecía una salida sencilla se había convertido en una lección sobre la imprevisibilidad de la montaña, especialmente en invierno. Aunque las temperaturas no eran extremas y no había nieve, la combinación de humedad y un cambio repentino en el clima hicieron que una caminata relajante se convirtiera en algo mucho más complicado.

Persona caminando ne medio de un terreno helado.

Conclusiones y consejos:

  1. Revisa siempre el pronóstico del tiempo, pero no te fíes ciegamente. El clima en la montaña puede cambiar en cuestión de minutos, y aunque el día parezca perfecto al principio, es mejor estar preparado para cualquier eventualidad.
  2. Lleva siempre equipo impermeable. Aunque no llueva al comienzo, una chaqueta impermeable ligera en la mochila puede hacer la diferencia entre disfrutar o sufrir durante una caminata.
  3. El calzado es esencial, incluso en terrenos que parecen fáciles. Un buen agarre en las botas es vital para mantener el control en senderos embarrados o mojados. Nunca subestimes las condiciones del terreno.
  4. Conoce tus rutas y tus salidas. En invierno, la luz del día es más corta y las condiciones pueden empeorar rápidamente, por lo que es importante estar familiarizado con el sendero o al menos llevar un mapa o GPS.

Espero que esta experiencia te sirva de recordatorio sobre lo importante que es estar preparado, incluso en situaciones que parecen sencillas. El senderismo en invierno puede ser una actividad maravillosa, pero también tiene sus propios desafíos. Si te ha gustado esta historia, no olvides seguir atento al blog de Beback y a nuestras redes sociales para más historias, consejos y guías que te ayudarán a disfrutar de tus aventuras en la naturaleza de manera segura y responsable.

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